Dos de los personajes mitológicos de Cantabria
La mitología cántabra se basa en los mitos celtas y romanos, junto con leyendas y tradiciones del resto de la cornisa Cantábrica. Estas leyendas se han ido transmitiendo generación tras generación a través de la transmisión oral.
En Cantabria, además de divinidades de las que os hablaremos en otra publicación, según la tradición popular, ha habido seres fabulosos de aspecto desigual que las gentes temían o adoraban y en torno a los cuales se forjaban historias y leyendas, de dos de ellos, el Ojancanu y la Osa de Ándara, os venimos a hablar hoy.
⇝ El Ojánacu es un monstruo mitológico de un solo ojo y diez dedos en cada mano y cada pie, de pelo rojizo que le cubre todo el cuerpo; representa la maldad, la crueldad y la brutalidad.
El pelo blanco que le crece en la barba es su único punto débil, pero solo muere si se le arranca el único ojo de su frente.
Esta criatura habita en las profundas grutas de la montaña, cuyas entradas suelen estar cerradas con maleza y grandes rocas. Según la mitología cántabra, los desfiladeros y barrancos fueron hechos por estos míticos personajes.
A estos ogros se les atribuyen todo tipo de maldades, desde derribar árboles hasta raptar a jóvenes pastoras, por eso se dice que a los recién nacidos se les protegía con ungüentos de agua bendita para que no fuesen raptados por ellos.
Aunque se les conoce por ser seres malévolos, hay quien dice que cada cien años nacía un ojáncanu bondadoso que avisaban a las gentes de la llegada de los otros ojáncanos.
⇝ La Osa de Ándara es una mujer-osa que vive en los picos de Europa y desaparece con la llegada de las primeras nieves y vuelve con el buen tiempo a sus trastadas.
Su cara se asemeja a la de una mujer con las facciones desdibujadas y se dice que bizquea cuando se enfurece. Su pelo es largo y oscuro.
Sus manos, grandes y de color oscuro, su cuerpo está cubierto con un traje desgastado, y sus brazos y piernas del pelo de los osos.
Su alimentación se basa en leche, castañas, raíces, maíz crudo y bayas de ciertos árboles y, a veces, de algún cabritillo.
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