Dos seres de la mitología cántabra
La última vez que os hablamos sobre la mitología cántabra hablamos del Ojáncanu y la Osa de Ándara, hoy os venimos a contar quiénes son las Anjanas y los Caballucos del diablo.
➻ Las Anjanas son las hadas buenas de la mitología cántabra, generosas y protectoras contra los ojáncanos.
Son mujeres guapas, de baja estatura, con el pelo largo y decorado con flores y lazos. Destacan por su voz armoniosa. Se visten con túnicas de seda blanca, que cubren con una capa azul o, en invierno, negra. Llevan sandalias (aunque algunos dicen que van descalzas) y un báculo de mimbre coronado por una estrella con propiedades mágicas con el que se dice que realiza sus magias milagrosas. Además, transporta un pequeño frasco de elixir con el que cura a los enfermos.
Esconden unas alas prácticamente imperceptibles y casi transparentes con las que puede volar. Pueden transformarse y hacerse invisibles.
Viven en cuevas con suelos de oro y paredes de plata, donde acumulan riqueza para la gente necesitada.
Pueden vivir 400 años. Suelen prestar ayuda a quien lo necesite o lo pida.
Se dice que si se casan con un humano, pierden su belleza y juventud, transformándose en una anciana.
➻ Caballucos del diablu son seres mitológicos que aparecen en la noche de San Juan volando entre llamas.
Según el mito, son siete y parecen libélulas gigantes, pues tienen largas y transparentes alas, y vuelan por el cielo nocturno. Se dice que el mismísimo diablu monta uno, y que el resto son cabalgados por demonios.
Cuenta la leyenda que estos caballos del infierno fueron hombres pecadores que perdieron su alma y se vieron obligados a vagar por Cantabria el resto de la eternidad.
Es tradición en Cantabria, en la mañana de San Juan, caminar por el monta buscando flores del agua y los tréboles de cuatro hojas, brotados esa misma noche. La obligación de los caballucos es arrancar las flores y tréboles para evitar que las gentes los encuentren.
Si encuentras estas flores del agua, encontrarás el amor y la felicidad, mientras que si encuentras un trébol de cuatro hojas, será afortunado con las cuatro gracias de la vida, una por cada hoja: vivir cien años, no pasar hambre, no sufrir dolores y aguantar con ánimo sereno cualquier desgracia.
El vuelo de los caballucos al resplandor de las hogueras es señal de grandes desgracias, que ni siquiera las bendecidas Anjanas tienen poder ante su galope y el único modo de estar a salvo es hacer siete cruces en el aire antes de que se acerquen, pero al ser tan veloces se dice que lo más efectivo es llevar encima una rama de verbena o hierba de San Juan y que debe haberse cogido la madrugada de la noche de San Juan del año anterior.
Al amanecer, los caballucos del diablu desaparecen hasta el año siguiente en cuevas, dejando a su paso babas, que al enfriarse en el suelo, se convierten en barras de oro.
En Cantabria, todo el mundo sabe que quien las recoge tendrá abundantes riquezas, pero tras morir su alma irá al infierno. Aun así muchos ambiciosos no hacen caso y antes de amanecer andan con faroles buscándolas.
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